¿Miedo a lo desconocido, o más bien a lo conocido?

Desde que anuncié el lanzamiento de mi libro 6 Pasos para ABATIR la adversidad, he tenido la oportunidad de conversar con muchos amigos y conocidos. Lo maravilloso de estas conversaciones es que las he realizado de temas que no acostumbraba a tocar con algunos de ellos. La dinámica de mi ejercicio, por ejemplo, como consultor de ingeniería o dirigente gremial empresarial, nos llevaba a conversar de temas relacionados casi siempre de estas áreas; el hecho de salirme del contexto, ha provocado que tenga el placer de conocer algunos elementos de la vida interior de otras personas.

Esto es típico de nosotros los seres humanos, esperamos que los demás lancen la primera piedra, para lanzar la nuestra. En este caso fui yo el que lo hizo primero anunciando una faceta de mí, desconocida para algunos de mis conocidos, lo que ha provocado que algunos se hayan dado el permiso de conversarme eventos personales, en donde se han visto envueltos en alguna adversidad.

Entre estas pequeñas conversaciones, muchas referentes a eventos pasados, me ha llamado la atención que casi siempre terminan con una exposición acerca de lo que están sintiendo hoy en este momento de sus vidas. El denominador común que he conseguido, y tal vez no con esa palabra exactamente, es el sentimiento de miedo.

Entre las definiciones de la palabra miedo voy a rescatar estas dos: la primera de ellas la define como una sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario, y la otra como un sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea.

Lo que siempre me ha inquietado del miedo, es que este, casi siempre se genera por el temor a perder algo, y sin embargo, el mismo miedo nos hace perder muchas cosas. Por esta razón es que vemos emprendedores que no emprenden, parejas que no se consolidan como parejas, personas que no se atreven a decir lo que sienten. El miedo mal manejado paraliza.

Y me refiero a mal manejo, porque la ausencia total de miedo sería terrible. Si no sintiésemos miedo ante una situación de inminente peligro, no dispondríamos de las herramientas para enfrentarlo o hasta llegado el caso hacernos a un lado.

El escritor francés Alejandro Dumas decía: “No hace falta conocer el peligro para tener miedo; de hecho, los peligros desconocidos son los que inspiran más temor”.

Se forma una dicotomía, el desconocimiento de una situación genera miedo y el saber demasiado, muchas veces también lo genera. La diferencia estriba en que lo primero nos paraliza y lo segundo nos invita a la acción. En las diferentes conversaciones que tuve estos días, pude percatarme cómo un mismo evento presente en cada una de las personas con las cuales conversé, es asumido de diversas maneras. Es lo fascinante del ser humano, su respuesta va en función del cristal con el cual mira las cosas; este es uno de los motivos por el que no todos reaccionan de la misma forma ante el mismo evento. El entramado de creencias de cada quien sustenta las conductas y actitudes ante un problema.

Los paradigmas son los lentes con los que apreciamos el mundo, no está de más visitar al oftalmólogo de vez en cuando.

Nelson Quintero Weffer

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